Epidemia silenciosa: La dependencia tecnológica y su impacto en todas las edades

El constante uso de dispositivos electrónicos se ha convertido en una costumbre arraigada en la vida diaria de adultos, adolescentes y niños. Desde el primer momento de la jornada hasta el último, las pantallas se han vuelto omnipresentes, pero el problema no radica solo en el tiempo invertido, sino en el impacto devastador que esto está generando, alertan especialistas.

Expertos sostienen que nos enfrentamos a una «epidemia silenciosa», donde la adicción a las pantallas está afectando la salud mental, emocional y la capacidad cognitiva de las personas. A pesar de que mucho se ha discutido sobre el consumo tecnológico en niños y adolescentes, se subestima el efecto perjudicial que tiene en los adultos, incluyendo la ansiedad, la pérdida de paciencia y la incapacidad para lidiar con el aburrimiento, fundamental para la salud cerebral.

Según la psicóloga Laura Jurkowski, directora de reConectarse, un centro especializado en adicciones a las pantallas, los argentinos están entre los usuarios más ávidos de dispositivos y redes sociales en el mundo. Estadísticas de EE. UU. revelan que las personas consultan sus celulares un promedio de 47 veces al día, y los jóvenes de entre 18 y 24 años unas 82 veces, pasando más de cuatro horas diarias en estos dispositivos.

«Estamos constantemente distraídos de nosotros mismos, de nuestras vidas», menciona Anna Lembke, psiquiatra de la Universidad de Stanford, señalando el impacto negativo en la salud mental al estar expuestos a altas dosis de dopamina. Este comportamiento adictivo no solo se relaciona con el tiempo invertido, sino también con la incapacidad de regular su uso y la ansiedad asociada a la abstinencia.

La neuropsicóloga Cynthia Zaiatz resalta que esta adicción ha mermado la habilidad de los adultos para abstraerse o estar en un estado de ocio sin estar constantemente estimulados. La sobreestimulación constante genera dificultades en la atención, la concentración y afecta la creatividad, además de incrementar la intolerancia a los procesos naturales de la vida.

Reconociendo la adicción y superando sus efectos

Jurkowski propone un ejercicio simple para detectar un consumo problemático: registrar el tiempo y el propósito del uso diario de las plataformas digitales. Si se interrumpe constantemente actividades para revisar notificaciones o se busca el celular como calma ante emociones negativas, podría indicar una adicción. Intentar autorregular el consumo y observar las dificultades para reducirlo son señales claras de un problema.

Los especialistas aconsejan medidas drásticas como eliminar temporalmente las aplicaciones que generan mayor dependencia para reconfigurar su consumo. A pesar de la dificultad, los resultados positivos son evidentes: una vida más plena y satisfactoria al reintegrar las actividades que habían sido relegadas por el uso excesivo de pantallas.

Además de limitar el consumo, es crucial identificar la causa subyacente de la adicción y buscar alternativas saludables para satisfacer esas necesidades. Este enfoque busca llenar vacíos emocionales o encontrar gratificaciones sin depender de la tecnología.

El desafío radica en reconocer que las pantallas, al igual que las drogas, pueden generar dependencia. Superar esta adicción implica no solo limitar su uso, sino también trabajar en la búsqueda de un equilibrio entre la tecnología y una vida plena, libre de las ataduras digitales.

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