El adiós a Braian Toledo

Como si los fanáticos argentinos del deporte no hubieran tenido ya un golpe bastante duro con la muerte de Kobe Bryant a fines de enero, la muerte del atleta local Braian Toledo enlutó nuevamente al mundo del deporte nacional. Recordado por su carrera, pero también por su compromiso social, repasamos quien fue en esta nota publicada en el diario La Nación.

Braian Toledo se convirtió en atleta y sorprendió al universo del deporte cuando se consagró como uno de los mejores lanzadores de jabalina juveniles del mundo con 17 años. Nunca se detuvo y se convirtió en uno de los mejores atletas del planeta, con logros que parecían impensados para él: obtuvo la medalla de plata en lanzamiento de jabalina en el Campeonato Mundial Junior de Barcelona, en 2012, y participó de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y de Río de Janeiro, en 2016.

En una charla con La Nación, en 2010, Braian contó detalles de sus comienzos y permitió compartir su intimidad. En Marcos Paz su realidad lo ubicaba en una casilla de chapa, con una cocina a garrafa y una heladera. Un espacio para un pequeño baño y una habitación en la que dormían cuatro. Su mamá Rosa con Débora, su hermana, e Ignacio en una cama matrimonial. «Me acostumbré al colchón en el piso y cuando voy afuera me cuesta dormir», contaba por entonces. Su talento y su perseverancia cambiaron su realidad y pudo mudarse a Finlandia, donde se entrenan los mejores lanzadores del mundo.

Siempre comprometido socialmente, Toledo era embajador del proyecto solidario de la empresa Weber Saint Gobain, con quienes empezó en su barrio ayudando a la ONG Arriba los Pibes, que lleva adelante un merendero que da de comer a 90 chicos, pero también brinda talleres laborales y educativos, luego siguió con Los Pepitos, otro merendero para 120 niños, en Merlo y, sin dejar de ayudar a los otros dos, terminó 2019 en una sociedad de fomento ubicada en la rotonda de La Plata, convocando distintas empresas para mejorar la realidad de un club de barrio al que asisten 400 chicos por mes.

Su cabeza estaba en Tokio 2020, quería llegar allí, se estaba entrenado para acceder a la cita olímpica bajo las órdenes, desde hacía dos años, de finlandés Kari Ihalainen, de 65 años, técnico de los mejores lanzadores del mundo. Una lesión en su tobillo derecho lo obligó a parar en junio de 2019 y a someterse a una intervención quirúrgica: «La lesión fue un balde de agua fría porque venía teniendo un gran año, quizás el mejor, y por delante tenía los Panamericanos y el Mundial. Pero por algo pasan las cosas, te enseñan. Y busqué canalizarlo para transformarlo en algo positivo: pasé mucho más tiempo con mi familia», afirmó en su momento.

En 2016 comenzó a viajar a Finlandia para entrenarse porque, según contó, «estaba cansado de que me ganen siempre». Allí su mundo cambió por completo y su preparación resultó ideal para su crecimiento. Es que Braian pasaba horas y horas en el club SAPA (Sociedad Atlética Pabellón Argentina). Incluso de aquellos días le quedaron recuerdos que le permitieron construir nuevas anécdotas, por ejemplo, con su amiga Yelena Isinbayeva: «Ella no me creía que me entrenaba acá. Se reía y creía que la estaba cargando, hasta que le mostré fotos y un video». Es que allí tenía una pista que fue un pastizal y después se convirtió en un óvalo con piso de pedregullo mejorado gracias a la medalla de oro que logró en los primeros Juegos Olímpicos de la Juventud en Singapur 2010.

Apenas 26 años y una carrera en la que dejó una marca profunda. Muchos sentían que Toledo era un ejemplo de superación, desde aquella dura infancia en Marcos Paz, hasta regresar después de una lesión que lo tuvo 75 días en muletas. Siempre Braian tenía palabras que alimentaban el alma: «Habrá obstáculos. Habrá escépticos. Habrá errores. Pero con trabajo duro, no hay límites».